jueves, 3 de diciembre de 2009

LA OTRA REALIDAD DEL ARTE

Hace algún tiempo leí un artículo escrito por aquel columnista colombiano, Antonio Caballero, que abordaba el tema del Arte contemporáneo. El artículo se llama la mano del mercado. Abordaré en este texto algunos apartes significativos que me servirán para contrastarlo con los textos de Kandinsky y Ernst Fischer.
En esta etapa de la historia, conocida como época contemporánea, la humanidad ha tenido que soportar, y a veces enfrentar, los cambios que han sufrido los bienes terrenos y por consecuencia también la “espiritualidad” del hombre. El alto costo de la vida, los desastres naturales, el calentamiento global, los medios de comunicación amarillistas y otros factores hacen que el ser humano cada día se transforme en un ser insensible e indiferente a los acontecimientos reales; es en este punto precisamente en donde se genera el meollo de la desesperación humana y en donde el Arte podría surgir como único refugio de identificación con lo realmente humano. Pero el Arte contemporáneo, en palabras de Caballero, ahora va de la mano del mercado. Si contrastamos textos como el de Kandinsky y la realidad del arte contemporáneo encontraremos palpable esa frase que todo el mundo repite pero que pocos entienden: “todo tiempo pasado fue mejor”.
La “mierda” enfrascada al vacío en latas de Atún, un ternero muerto bañado en oro, un inodoro de hielo llamado iceberg y un perro callejero amarrado a un árbol muriendo de hambre, son las “obras maestras” de un puñado de “artistas” que han revolucionado y dislocado el término Arte.
Kandinsky ya lo decía, “cualquier creación artística es hija de su tiempo y la mayoría de las veces, madre de nuestros propios sentimientos”. ¿Será que somos hijos de la “mierda” de Piero Manzoni, o somos el reflejo del descuartizamiento de Damien Hirst? (…) cada periodo cultural produce un arte que le es propio y que no puede repetirse (…) ojalá no hay en la historia otro momento como el del arte contemporáneo y se superen estas perspectivas que no tienen nada que ver con el arte del “despertar del espíritu”.
La verdadera necesidad del arte radica en que no haya una pérdida de la capacidad de asombro, de ese equilibrio sustitutivo del que habla Fischer y que no se pierda la semilla del futuro.
Hay un cuento llamado “El rey burgués” que puede sustentar más a fondo el tema del texto. Se trata de un rey que organiza multitudinarias fiestas en las que el derroche de artistas es el atractivo. El rey es un “aficionado al arte”, tengamos muy en cuenta esta frase. Este rey encuentra a un poeta en su palacio y no sabe qué hacer con él; al final decide ponerlo cerca a un estanque con una caja de música ante la atroz nieve que lo congela.
Podemos evidenciar cómo en este cuento el rey representa al espectador que ve una obra de arte y que “solo reconoce el arte de su billetera” en palabras de A. Caballero.
El arte contemporáneo y por consiguiente el espectador contemporáneo, son hostiles a que el hombre se identifique con una pintura o con una canción, le impiden ser un hombre íntegro que logre trascender mas allá de sí mismo, que se rebele ante el consumo de su vida en un sistema limitado, que sea ambicioso y “extienda” su “yo” más allá de sus propios límites de ser hombre. El hombre contemporáneo está siendo consumido por las cargas de la vida cotidiana y la insensibilidad de los seres expansionistas y el arte contemporáneo no le está brindando la libertad que necesita. El artista contemporáneo se está limitando burdamente a sentimientos como el miedo, la tristeza, la alegría y el pensamiento postmoderno en donde nada importa, sin preocuparse siquiera de encontrar el alimento espiritual o “modificar el ánimo del espectador” como dice Kandinsky.
(…) son oscuras las razones por las cuales todo movimiento progresivo y ascendente debe realizarse con el sudor de la frente, con sufrimientos, malos momentos y penas. Cuando se ha concluido una etapa se ha superado otro escollo del camino, una mano perversa e invisible arroja nuevas piedras que parecen cerrar y borrar por completo el camino por el que se andaba (…)
Los espectadores acuden a las grandes galerías para medir el arte de su billetera y derrochar el dinero en terneros muertos sin siquiera tener en cuenta un ápice de creación, ni tratar de descubrir lo que esconde; una vida entera llena de sufrimientos, de alegrías o una aproximación a lo extraterrenal… El arte es esa transformación de “la experiencia en recuerdo” según Fischer, no solo emoción, es la materialización de la objetividad pero subjetivada, es decir, es la modificación de la realidad para que el espectador encuentre un espejo de su ceguera y logre trascender su mundo que lo mantiene “hambriento” de necesidades.
(…) las distintas clases y los distintos sistemas sociales han contribuido a la formación de una ética humana universal al desarrollar su propia ética. El concepto de libertad corresponde siempre a las condiciones y objetivos de una clase o de un sistema social, pero tiende a convertirse en una idea general, omnicomprensiva (…)

A lo largo de la historia de la humanidad, desde las cavernas hasta la contemporaneidad, el hombre es el modificador y dueño de su realidad que influirá directamente sobre los demás o sobre él mismo. Los diferentes estados sociales del hombre son los que lo han obligado a cambiar su conducta como producto de las necesidades que imperan en cada época.

Los primeros hombres modificaron el mundo con el descubrimiento del fuego, la utilización de un brazo o tronco largo para alcanzar los alimentos más altos y por el desarrollo del dedo pulgar que le permitía agarrar cosas desarrollando así su cerebro.
El hombre de hoy es igual: está lleno de necesidades pero no encuentra esa magia que lo haga asimilar el universo de otra forma, y se queda estancado entre las paredes del consumo y el capitalismo hostil al arte. Se podría decir que el hombre de hoy tiene las mismas necesidades del hombre primitivo, pero ahora la cuestión es que necesita satisfacer necesidades espirituales, y todavía no encuentra el camino.
El ser humano y el artista contemporáneo es facilista, no le preocupa el establecer diferencias entre esta realidad y la otra por medio del arte, no recurre a la mente como el nacimiento de conciencia y desarrollo principal de la creación del hombre.
Como ya dijimos al principio del texto, el arte es hija de su época, y esta época, la época contemporánea está teniendo “abortos artísticos”. Quisiéramos que esta etapa concordase con la concepción de Fischer con respecto a los instrumentos primeros del hombre: “deben aprender a utilizarlos con la experiencia, con la prueba y el error”. Ojalá el arte de Hirst y Piero Manzoni sean solo los primerísimos y prematuros intentos de arte, como lo fue para nuestros antepasados aprender a utilizar una vara para bajar un fruto.





GELKIN ARMANDO CHAMBO RUIZ Cód. 2005201801

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